Por: José Nelson Mármol M.
Ecuador es un país
de encanto y ensueño. Selva, nieves y playas; islas, cascadas y volcanes;
ríos, lagos y mar; pampas, valles y montañas hacen la amalgama más perfecta y
hermosa de la creación divina. No hay país como el nuestro con tan
diversa y rica variedad de recursos naturales en territorio tan pequeño.
No obstante, por
paradójico que pueda parecer, este paraíso es también un infierno. La
riqueza se ha concentrado en pocas manos, mientras la pobreza y la
miseria se la siente con tan solo poner un pie en los cinturones marginales de
las grandes ciudades, o con recorrer poblados periféricos condenados al
abandono.
Por más duro que parezca,
es una realidad tan cierta como el sol que brilla y nos regala su calor.
Un reciente viaje al
extremo noroccidental de nuestro país y de la provincia de Esmeraldas nos
permitió sentir esta paradoja. Desde el gélido altiplano andino de
Pichincha, 25 corresponsales de defensa, bajo la coordinación del señor coronel
Luis Muñoz, iniciamos un largo viaje de casi nueve horas hasta llegar a
San Lorenzo, por una carretera sin asfaltar en su mayor parte, para
empaparnos con la humedad cálida de un pueblo que, a decir de sus habitantes “es un paraíso creado por la mano de Dios pero
olvidado de su vista”, por la marginación en la que vive
sumido.
Cuando escuché esta expresión, que sintetiza una
exaltación a la riqueza de su suelo y a la vez un reclamo de indignación,
consideré injusto culpar a Dios por el pecado cometido por irresponsables
gobiernos, tanto nacionales como locales, y la desidia de su gente, que durante
décadas han mantenido a San Lorenzo al margen del desarrollo al que tiene
derecho.
Un rosario de problemas
Y es que la miseria del
pueblo se lo siente a cada paso. De entre las polvorientas calles - si se
pueden decir calles a ese conjunto de senderos llenos de baches, hierba y
basura -, decenas de niños desnutridos y desnudos se agolpan en torno al
visitante con rostros suplicantes pidiendo una moneda para comprar un
pan. A este cuadro doloroso que es tan solo un indicador de la pobreza,
se suman la falta casi total de infraestructura básica: agua potable y
alcantarillado, obras que aunque están empezadas, difícilmente podrán estar
listas en varios meses o quizá años.
El alcalde de San Lorenzo,
Dalmiro Cortés Valencia -quien con orgullo pregona su filiación política
roldosista y defiende la gestión del expresidente Abdalá Bucaram, a quien lo nombra
como líder-, pareció estar preocupado por los graves problemas que soporta este
cantón, que recientemente celebró el vigésimo primer aniversario de creación,
pero reclamó una mayor atención gubernamental. “Nosotros también somos ecuatorianos”,
dijo con indignación, tras agregar que “Si no
se consiguen los recursos para financiar la terminación de obras anheladas como
el agua potable y el alcantarillado, la población seguirá desatendida como
hoy”.
Y es que el día a
día de la vida del sanlorenceño está amasada con todo tipo de carencias, sobre
todo de empleo. Según una información suministrada por una alta autoridad
en este puerto esmeraldeño, el índice de desocupación alcanza hasta el 60% de
la población económicamente activa. Apenas un 10% se dedica al comercio
formal, y el 30% restante aruña su subsistencia a través del comercio informal.
La producción económica es de cero, la tasa de mortalidad infantil es la más
alta, y los problemas sociales como alcoholismo y drogadicción son altamente
preocupantes. Un reciente estudio revela que al menos el 16% de la
población de San Lorenzo es narcodependiente; al menos 600 personas son adictas
a las drogas, mientras entre 2500 y 3000 personas son consumidoras habituales
de algún narcótico.
Según el comandante
general de la Base Naval de San Lorenzo, el capitán de corbeta Lenín Sánchez
Miño, la situación que enfrenta San Lorenzo avergüenza al país, en razón de que
es el reflejo de la desatención de los gobiernos, no de ahora sino de siempre. “Los principales problemas de esta
circunscripción patria se sintetizan en el alto desempleo y la ignorancia de la
población”, dice.
Y como si esto fuera poco,
la inseguridad ciudadana y la delincuencia alcanzan niveles alarmantes.
En una población pequeña como la de San Lorenzo, no menos de siete pandillas
juveniles siembran el terror a cualesquiera hora del día o de la noche. “La situación era de tal gravedad que las
pandillas convirtieron en sus plazas de enfrentamiento las mismas goteras del
destacamento de policía, a sabiendas que el personal policial era insuficiente
para poner orden y garantizar la seguridad ciudadana”, según
reconoció el Jefe Político de San Lorenzo, Italo Chávez. No obstante,
gracias a la cooperación de la Base naval, con su comandante al frente, y el
reciente refuerzo del personal policial, se ha logrado frenar de alguna manera
el auge delictivo en esta región.
Casi en cada tema que se
aborda en San Lorenzo la descomposición y el caos dominan el ambiente. En
el área de educación la situación no puede ser menos que de angustia e
indignación. Al menos 40 escuelas se hallan abandonadas porque
sencillamente los profesores, por su propia decisión, abandonan las escuelitas
rurales para acomodarse en la ciudad, o en cualesquiera de las principales
ciudades de la provincia y del país. Los traslados de plaza en el área
docente en la provincia de Esmeraldas se ha convertido en un negocio en el que
circulan millones de sucres y que se mantiene encubierto en una verdadera red
de tramitadores a la que ninguna autoridad se atreve a degollarle a este
mounstro que mata a diario las aspiraciones de miles de niños que necesitan la
educación básica para salir del marasmo en que el pueblo vive sumido. “No hay quien le ponga freno a esta cadena
de irregularidades”, según reconoce con angustia el supervisor de
educación de San Lorenzo, Adalberto Solís Culter.
Si de salud se trata, la
situación en San Lorenzo es también de preocupación. Las enfermedades que
se contagian por vectores, como el paludismo, o las infectocontagiosas, que
parecen convivir en un medio en donde la insalubridad es el denominador común,
amén de los altos índices de mortalidad infantil que se registran, revelan
agudos problemas de desnutrición, y de salud pública.
No obstante, la presencia
de algunas organizaciones religiosas conscientes de esta dramática realidad
está coadyuvando en la atención tanto con salud curativa como preventiva.
El hospital fiscomisional de San Lorenzo, que fue creado hace casi ya 40 años por
el Vicariato Apostólico de Esmeraldas, por iniciativa de las misioneras
combonianas de Italia, es al momento el principal centro de atención médica
especializada en esta región. Ahí, varias religiosas de la Caridad,
conjuntamente con los médicos y profesionales de la salud, que es el aporte del
Estado, brindan su trabajo sacrificado y solidario a miles de enfermos con los
más diversos males.
El hospital “Monseñor Angel Barbisoti” cuenta con dos
pabellones en los que es posible hospitalizar hasta 70 pacientes.
Hay dos quirófanos, uno de pediatría y obstetricia, y otro para cirugía.
Pero la situación de esta casa de salud no es diferente a la del resto del
país. El presupuesto es insuficiente y algunos de los insumos
médicos deben ser comprados por los pacientes. La hermana Mariana
Hurtado, misionera de la caridad, trabaja ya 9 años en esta casa de salud, y
cuenta que en el hospital se ha introducido el mecanismo de autogestión, pero
las tarifas que se cobran por los servicios médicos son sumamente bajísimas y
tan solo aplicables “a los
pacientes que tienen posibilidades de entregar un aporte, porque hay quienes no
pueden pagar ni un sucre, pero todos reciben la misma calidad de atención”,
señala.
Pero el
cambio es posible
No obstante, hay afanes
por cambiar esta dramática realidad. En la Base Naval de San Lorenzo
fuimos testigos de varios esfuerzos para darle a este pueblo el impulso de vida
y la razón de una esperanza que late y emerge desde el verdor de sus bosques y
manglares. Pudimos conocer de verdaderos planes de ayuda social y
programas de desarrollo comunitario que son impulsados desde la Base
Naval. Ahí sobresalen los planes de vivienda popular, gracias a la mano
amiga del programa Hogar de Cristo, que lleva adelante la dotación de al menos
80 viviendas para ayudar a igual número de familias necesitadas de techo digno
en la localidad de Ancón de sardinas, Palma real y Mataje, en la misma fontera
con colombia, a más de otros esfuerzos orientados a crear oportunidades de
empleo y mejorar las condiciones de vida de una población que tiene derecho a
un mejor futuro.
Y es que para ello San
Lorenzo ofrece todas las condiciones: la alegría de su gente, la riqueza
inagotable de su tierra y del mar que baña sus costas.
Al momento hay algunas iniciativas para
generar fuentes de trabajo que es quizá lo que más se necesita. Varias
empresas palmicultoras están realizando importantes inversiones, aunque ello
lleve aparejada la preocupación por la destrucción de inmensas zonas de bosque natural.
El ecoturismo es otra
importante vertiente que empieza a despertar el interés de autoridades y
empresarios que están ya ultimando proyectos para atraer el turismo, para lo
que esta región ofrece enormes potencialidades.
Sí. San Lorenzo
tiene una enorme riqueza para superar la adversidad. El factor humano,
sumado a la riqueza natural y al necesario apoyo estatal harán de esta tierra
un verdadero polo de desarrollo.
Por lo pronto, una
carretera, aunque sin asfaltar todavía, que une San Lorenzo con Ibarra, y otra
que la une con Esmeraldas, se han convertido en un verdadero tanque de oxigeno
que le da al pueblo el hálito de vida para no perecer. En efecto, luego
de que por varios años padeció el aislamiento total cuando las locomotoras del
centenario tren dejaron de bramar en la ruta Ibarra San Lorenzo, ahora ya es
posible llegar por tierra, aunque el viaje resulte largo y extenuante.
Pero llegar a San Lorenzo
es llegar también a un pueblo de alegría y tradición. En cada rincón, en
cada casa, en cada esquina el visitante no puede dejarse de contagiar de la
alegría y el ritmo de fiesta. Con la alegría brotando de entre sus poros, los
ojos saltones y juguetones y el armónico y natural movimiento de su cuerpo,
danzando imaginariamente la típica caderona esmeraldeña, el sanlorenceño vibra
cada día con el bombo, la cununa y el guazá.
Así es San Lorenzo, un paraíso creado por
Dios, pero que lamentablemente el hombre lo ha convertido en un infierno.
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