viernes, 7 de mayo de 1999

¿Garantes de la Democracia?


Por: José Nelson Mármol M.  

Mucha agua ha corrido bajo el puente, y algunas incógnitas siguen sin respuesta. Desde el génesis de nuestras Fuerzas Armadas, bajo la inspiración y abrigo del Ejército Libertador, y el ideal bolivariano de unidad latinoamericana, los cambios registrados en la Institución Militar y su participación en la vida nacional han mostrado contrastes y paradojas. 
Las orientaciones y compromisos del Ejército con los grupos de poder económico, que caracterizaron las primeras décadas de la vida republicana, fueron transformadas por un espíritu de compromiso con la defensa de los intereses populares y un invalorable apoyo al desarrollo nacional que le imprime la Revolución Alfarista. De ahí hasta nuestros días, las Fuerzas Armadas, al igual que otras de la región, se han movido al compás de las notas marcadas por el gran imperio del norte en su fundamental objetivo de luchar contra el “comunismo”, a través de los lineamientos impuestos por el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, primero, y luego mediante la aplicación de la Doctrina de la Seguridad Nacional. 
No obstante, también las Fuerzas Armadas han abierto importantes caminos en la no siempre fácil relación con la sociedad civil.  No solo que las Fuerzas Armadas en Ecuador fueron las pioneras de la reinserción  a la vida democrática en la región, luego de largos – y en algunos casos sangrientos – períodos de dictaduras militares, sino que se inicia un proceso de profesionalización y de apertura a la sociedad, a través de una verdadera multiplicidad de planes de desarrollo comunitario y ayuda social.  Además se destaca en esta nueva era de finales del siglo pasado la preocupación de la Institución en la promoción de un necesario espíritu de identidad nacional y su participación decidida en el desarrollo económico y social. 
Estos giros, sumados al éxito militar logrado en el Valle del Cenepa, en 1995, hicieron que la Institución armada sea reconocida como la de mayor confianza y garantía ciudadanas.
 Empero, actitudes cuestionables en los momentos de las más agudas crisis políticas que vivió el país, como las ocurridas en febrero de 1997, con la salida del presidente Abdalá Bucaram, y últimamente los sucesos del 21 de enero que desembocaron con el derrocamiento del presidente Jamil Mahuad, colocaron a las Fuerzas Armadas en medio de la paradoja: ¿Son en realidad garantes de la democracia y el ordenamiento jurídico vigentes como establece la Constitución Política del Estado?, o por el contrario, ¿tuvieron responsabilidad, por acción u omisión, en los actos de inestabilidad democrática? 
Si en febrero de 1997 el retiro del respaldo al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el presidente Abdalá Bucaram, luego de las mayoritarias – cierto es – movilizaciones que demandaban su salida, significó un evidente acto de insubordinación a la institucionalidad democrática que dio paso al cuestionado interinato, los recientes acontecimientos del 21 de enero dejaron entrever que las Fuerzas Armadas se cansaron de no tener una participación deliberante en la democracia de papel que se vive en el país. Solo así se entiende que la cúpula militar solicitara la renuncia al presidente de la república y los devaneos en un triunvirato de tres horas, que dejaron al descubierto las fisuras en la Institución y las contradicciones hasta ahora inexplicadas en torno a los verdaderos intereses de los protagonistas de los sucesos del 21. 
Y mientras los procesos legales que están en marcha y que buscan aclarar los acontecimientos en los que se hallan inmersos la Institución militar, a través de alrededor de 300 encausados, y de cuerpo entero los miembros de la actual cúpula castrense, según el ex ministro de gobierno, Wladimiro Alvarez, no concluyan, la interrogante sobre el cumplimiento de la misión fundamental de ser garantes de la democracia seguirá buscando una respuesta.
Y mientras ello ocurre, la credibilidad ciudadana en la otrora más confiable Institución de nuestro país registra una caída preocupante.  Según una encuesta publicada en el diario HOY, el viernes 14 de abril, “Las Fuerzas Armadas dejaron de ser la Institución en la que más confían los ecuatorianos”.  La encuesta revela que “es en los sectores populares en donde los militares experimentan la más fuerte caída: el 45% de los más pobres los describen como “no confiables”, un 38% como algo confiables, mientras apenas un 18% de los más pobres creen que las Fuerzas Armadas sean “muy confiables”.
 Lo cierto es que las Fuerzas Armadas están sintiendo los efectos de los tropiezos en este convivir democrático, y mucha agua deberá correr bajo el puente si queremos ver restaurada la imagen de unas Fuerzas Armadas comprometidas con los verdaderos intereses del país.