viernes, 26 de noviembre de 1999

El Infierno de un paraíso terrenal


Por: José Nelson Mármol M.   

Ecuador es un país de encanto y ensueño.  Selva, nieves y playas; islas, cascadas y volcanes; ríos, lagos y mar; pampas, valles y montañas hacen la amalgama más perfecta y hermosa de la creación divina.  No hay país como el nuestro con tan diversa y rica variedad de recursos naturales en territorio tan pequeño.
 
No  obstante, por paradójico que pueda parecer, este  paraíso es también un infierno. La riqueza se ha concentrado en pocas manos, mientras la  pobreza y la miseria se la siente con tan solo poner un pie en los cinturones marginales de las grandes ciudades, o con recorrer poblados periféricos condenados al abandono.
 
Por más duro que parezca, es una realidad tan cierta como el sol que brilla y nos regala su calor.
 
Un reciente viaje al extremo noroccidental de nuestro país y de la provincia de Esmeraldas nos permitió sentir esta paradoja.  Desde el gélido altiplano andino de Pichincha, 25 corresponsales de defensa, bajo la coordinación del señor coronel Luis Muñoz,  iniciamos un largo viaje de casi nueve horas hasta llegar a San Lorenzo, por una carretera  sin asfaltar en su mayor parte, para empaparnos con la humedad cálida de un pueblo que, a decir de sus habitantes “es un paraíso creado por la mano de Dios pero olvidado de su vista”, por la marginación en la que vive sumido. 
 Cuando escuché esta expresión, que sintetiza una exaltación a la riqueza de su suelo y a la vez un reclamo de indignación, consideré injusto culpar a Dios por el pecado cometido por irresponsables gobiernos, tanto nacionales como locales, y la desidia de su gente, que durante décadas han mantenido a San Lorenzo al margen del desarrollo al que tiene derecho. 

Un rosario de problemas

 Y es que la miseria del pueblo se lo siente a cada paso. De entre las polvorientas calles - si se pueden decir calles a ese conjunto de senderos llenos de baches, hierba y basura -, decenas de niños desnutridos y desnudos se agolpan en torno al visitante con rostros suplicantes pidiendo una moneda para comprar un pan.  A este cuadro doloroso que es tan solo un indicador de la pobreza, se suman la falta casi total de infraestructura básica: agua potable y alcantarillado, obras que aunque están empezadas, difícilmente podrán estar listas en varios meses o quizá años.
 
El alcalde de San Lorenzo, Dalmiro Cortés Valencia -quien con orgullo pregona su filiación política  roldosista y defiende la gestión del expresidente Abdalá Bucaram, a quien lo nombra como líder-, pareció estar preocupado por los graves problemas que soporta este cantón, que recientemente celebró el vigésimo primer aniversario de creación, pero reclamó una mayor atención gubernamental.  “Nosotros también somos ecuatorianos”, dijo con indignación, tras agregar que “Si no se consiguen los recursos para financiar la terminación de obras anheladas como el agua potable y el alcantarillado, la población seguirá desatendida como hoy”.
 
Y es que el día a día de la vida del sanlorenceño está amasada con todo tipo de carencias, sobre todo de empleo.  Según una información suministrada por una alta autoridad en este puerto esmeraldeño, el índice de desocupación alcanza hasta el 60% de la población económicamente activa.  Apenas un 10% se dedica al comercio formal, y el 30% restante aruña su subsistencia a través del comercio informal. La producción económica es de cero, la tasa de mortalidad infantil es la más alta, y los problemas sociales como alcoholismo y drogadicción son altamente preocupantes.  Un reciente estudio revela que al menos el 16% de la población de San Lorenzo es narcodependiente; al menos 600 personas son adictas a las drogas, mientras entre 2500 y 3000 personas son consumidoras habituales de algún narcótico. 
 
Según el comandante general de la Base Naval de San Lorenzo, el capitán de corbeta Lenín Sánchez Miño, la situación que enfrenta San Lorenzo avergüenza al país, en razón de que es el reflejo de la desatención de los gobiernos, no de ahora sino de siempre.  “Los principales problemas de esta circunscripción patria se sintetizan en el alto desempleo y la ignorancia de la población”, dice.
 
Y como si esto fuera poco, la inseguridad ciudadana y la delincuencia alcanzan niveles alarmantes.  En una población pequeña como la de San Lorenzo, no menos de siete pandillas juveniles siembran el terror a cualesquiera hora del día o de la noche. “La situación era de tal gravedad que las pandillas convirtieron en sus plazas de enfrentamiento las mismas goteras del destacamento de policía, a sabiendas que el personal policial era insuficiente para poner orden y garantizar la seguridad ciudadana”, según reconoció el Jefe Político de San Lorenzo, Italo Chávez.  No obstante, gracias a la cooperación de la Base naval, con su comandante al frente, y el reciente refuerzo del personal policial, se ha logrado frenar de alguna manera el auge delictivo en esta región.
 
Casi en cada tema que se aborda en San Lorenzo la descomposición y el caos dominan el ambiente.  En el área de educación la situación no puede ser menos que de angustia e indignación.  Al menos  40 escuelas se hallan abandonadas porque sencillamente los profesores, por su propia decisión, abandonan las escuelitas rurales para acomodarse en la ciudad, o en cualesquiera de las principales ciudades de la provincia y del país.  Los traslados de plaza en el área docente en la provincia de Esmeraldas se ha convertido en un negocio en el que circulan millones de sucres y que se mantiene encubierto en una verdadera red de tramitadores a la que ninguna autoridad se atreve a degollarle a este mounstro que mata a diario las aspiraciones de miles de niños que necesitan la educación básica para salir del marasmo en que el pueblo vive sumido.  “No hay quien le ponga freno a esta cadena de irregularidades”, según reconoce con angustia el supervisor de educación de San Lorenzo, Adalberto Solís Culter.
 
Si de salud se trata, la situación en San Lorenzo es también de preocupación.  Las enfermedades que se contagian por vectores, como el paludismo, o las infectocontagiosas, que parecen convivir en un medio en donde la insalubridad es el denominador común, amén de los altos índices de mortalidad infantil que se registran, revelan agudos problemas de desnutrición, y de salud pública.
 
No obstante, la presencia de algunas organizaciones religiosas conscientes de esta dramática realidad está coadyuvando en la atención tanto con salud curativa como preventiva.  El hospital fiscomisional de San Lorenzo, que fue creado hace casi ya 40 años por el Vicariato Apostólico de Esmeraldas, por iniciativa de las misioneras combonianas de Italia, es al momento el principal centro de atención médica especializada en esta región.  Ahí, varias religiosas de la Caridad, conjuntamente con los médicos y profesionales de la salud, que es el aporte del Estado, brindan su trabajo sacrificado y solidario a miles de enfermos con los más diversos males. 
El hospital “Monseñor Angel Barbisoti” cuenta con dos pabellones  en los que es posible hospitalizar hasta 70 pacientes.  Hay dos quirófanos, uno de pediatría y obstetricia, y otro para cirugía.  Pero la situación de esta casa de salud no es diferente a la del resto del país.  El presupuesto es insuficiente y algunos de los insumos médicos  deben ser comprados por los pacientes.  La hermana Mariana Hurtado, misionera de la caridad, trabaja ya 9 años en esta casa de salud, y cuenta que en el hospital se ha introducido el mecanismo de autogestión, pero las tarifas que se cobran por los servicios médicos son sumamente bajísimas y tan solo aplicables “a los pacientes que tienen posibilidades de entregar un aporte, porque hay quienes no pueden pagar ni un sucre, pero todos reciben la misma calidad de atención”, señala.   

Pero el cambio es posible 

No obstante, hay afanes por cambiar esta dramática realidad.  En la Base Naval de San Lorenzo fuimos testigos de varios esfuerzos para darle a este pueblo el impulso de vida y la razón de una esperanza que late y emerge desde el verdor de sus bosques y manglares.  Pudimos conocer de verdaderos planes de ayuda social y programas de desarrollo comunitario que son impulsados desde la Base Naval.  Ahí sobresalen los planes de vivienda popular, gracias a la mano amiga del programa Hogar de Cristo, que lleva adelante la dotación de al menos 80 viviendas para ayudar a igual número de familias necesitadas de techo digno en la localidad de Ancón de sardinas, Palma real y Mataje, en la misma fontera con colombia, a más de otros esfuerzos orientados a crear oportunidades de empleo y mejorar las condiciones de vida de una población que tiene derecho a un mejor futuro.
 
Y es que para ello San Lorenzo ofrece todas las condiciones: la alegría de su gente, la riqueza inagotable de su tierra y del mar que  baña sus costas. 
 Al momento hay algunas iniciativas para generar fuentes de trabajo que es quizá lo que más se necesita.  Varias empresas palmicultoras están realizando importantes inversiones, aunque ello lleve aparejada la preocupación por la destrucción de inmensas zonas de bosque natural. 
El ecoturismo es otra importante vertiente que empieza a despertar el interés de autoridades y empresarios que están ya ultimando proyectos para atraer el turismo, para lo que esta región ofrece enormes potencialidades.
 
Sí.  San Lorenzo tiene una enorme riqueza para superar la adversidad.  El factor humano, sumado a la riqueza natural y al necesario apoyo estatal harán de esta tierra un verdadero polo de desarrollo. 
 
Por lo pronto, una carretera, aunque sin asfaltar todavía, que une San Lorenzo con Ibarra, y otra que la une con Esmeraldas, se han convertido en un verdadero tanque de oxigeno que le da al pueblo el hálito de vida para no perecer.  En efecto, luego de que por varios años padeció el aislamiento total cuando las locomotoras del centenario tren dejaron de bramar en la ruta Ibarra San Lorenzo, ahora ya es posible llegar por tierra, aunque el viaje resulte largo y extenuante. 
  
Pero llegar a San Lorenzo es llegar también a un pueblo de alegría y tradición.  En cada rincón, en cada casa, en cada esquina el visitante no puede dejarse de contagiar de la alegría y el ritmo de fiesta. Con la alegría brotando de entre sus poros, los ojos saltones y juguetones y el armónico y natural movimiento de su cuerpo, danzando imaginariamente la típica caderona esmeraldeña, el sanlorenceño vibra cada día con el bombo, la cununa y el guazá.
 Así es San Lorenzo, un paraíso creado por Dios, pero que lamentablemente el hombre lo ha convertido en un infierno.