jueves, 19 de noviembre de 1998

La utopía de una comunicación democrática


José Nelson Mármol
Ese inalcanzable ideal de lograr algún día una sociedad justa  y democrática, en la que los más fundamentales derechos de hombres y mujeres dejen de ser solo letra y se conviertan en una práctica cotidiana, sigue inquietando y movilizando a quienes no renunciamos a esa utopía de luchar por una  necesaria democratización de la comunicación y de los medios.
 
Sobre el tema se ha reflexionado mucho y se lo seguirá haciendo. En Bogotá, Colombia, donde se realizó el II Festival Internacional de Radioapasionados y Televisionarios, del 6 al 11 de octubre pasado, se abogó nuevamente por una democratización de la comunicación  –al igual que ya se lo hizo durante el Primer Festival, que se cumplió en Quito, en 1995-  y  antes aún,  en el Pacto de San José de Costa Rica, en los Documentos de Medellín y Puebla, la  Declaración de La Paz, y en tantos otros documentos suscritos por comunicadores y obispos de América Latina.
 
Si la declaración del Primer Festival de Radioapasionados y Televisionarios puso énfasis en la defensa del derecho a la libertad de expresión, en este segundo encuentro de Bogotá se amplió el concepto para englobar, o incluir la libre expresión, en el fundamental derecho a la comunicación tan urgente en nuestra sociedad. 
 
Aunque hasta hoy no se conoce la declaración final del II Festival de Bogotá, en la plenaria de conclusión se planteó como un desafío y un compromiso de los hombres y mujeres que trabajan en los medios y en otras formas de “holimediaciones”, la recuperación de la palabra y la imagen “respetando la diversidad de cultura, ideas, credos, edades, intereses, etnias”.
 
A este propósito de recuperar la palabra resulta oportuna la propuesta que hacía en el Festival de Bogotá,  Jesús Martín Barbero, en su brillante conferencia sobre “Las mediaciones de los medios en la construcción de ciudadanía”, cuando hablaba  que nuestros medios, o quienes trabajamos en los medios o en las mediaciones, no han (hemos) logrado estructurar un mensaje para llegar al gran público o audiencias tal como lo van logrando personajes de la política identificados con el denominado “populismo”, y que cada vez más están atrás de un micrófono o aparecen en las pantallas de la TV.  Hace falta, decía, no elaborar discursos sobre…, sino meterse, “acercarse a la demanda de la gente y recoger sus voces ambiguas, pero las suyas…” 
Jesús Martín también se refirió a la posibilidad de rescatar la “crisis de la representación política y empezar a trabajar la del reconocimiento de las diversidades político-culturales; asumir el desgaste de la representación para empezar a trabajar en el reconocimiento”, y explicaba  que “hoy día las minorías más importantes -que por otro lado son mayoría como en el caso de las mujeres-  lo que buscan no es que alguien las represente” sino “ser reconocidas como tal en la sociedades”, y así se refirió al caso de los indígenas, los jóvenes, los homosexuales, entre otros. “Quieren ser reconocidos como son, con todas sus contradicciones, con todas sus rabias,  con toda su desazón, con toda su confusión,  y es muy difícil representar la rabia, la desazón  y la confusión, pero si pueden ser reconocidas la desazón, la confusión y la rabia como factores claves para cambiar esta sociedad”, argumentó.
Así también, Rossana Reguillo, en su conferencia sobre Comunicación y Derechos Humanos, destacó la urgencia de dotar de contenido, “substancializar los contenidos” que se vehiculan por los medios.  Según relievó, “…Muchos medios y muchas leyes, no significan, necesariamente,  mayor democracia, cuando tras estos “indicadores” no se despliega un proyecto político y social.” 
Y cuando se refirió a la relación entre comunicación y Derechos Humanos, la expositora puntualizó que se trata de una problemática que “rebasa la dimensión jurídica e incluso a los propios medios de comunicación, que no son sino la expresión más visible o un elemento más de una estructura de desigualdad que tiene que ver no sólo con indicadores económicos (aunque ellos sean claves para entender de qué estamos hablando), sino fundamentalmente con las maneras en qué los hombres y las mujeres, los adultos y los jóvenes, los niños y los ancianos, se construyen a sí mismos en su relación con los otros en condiciones de respeto mutuo y de equidad.”  El compromiso, por tanto, de recuperar la palabra y la imagen y acercarnos a la demanda de la gente parece seguir siendo el desafió que nos plantea la realidad presente.
 
Y, finalmente, no obstante que, como se ha señalado, los medios se subordinan al mensaje, no se puede dejar al margen la preocupación ante el afianzamiento de las estructuras de poder en la era de la globalización económica y cultural, que se refleja también en la conformación de grandes monopolios de multimedios, desde los cuales se controla la información y se excluye la participación ciudadana orientada al fomento de procesos comunitarios de desarrollo.  Frente a esta realidad, los radioapasionados y televisionarios reunidos en Bogotá insistieron en la urgencia de demandar de los gobiernos legislaciones y reglamentaciones que faciliten el acceso a la propiedad de frecuencias de radio y televisión comunitarias
La utopía sigue latente y con ella seguiremos no tan solo hasta nuestro próximo encuentro en el Tercer Festival del 2001, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, sino hasta cuando este sueño se convierta en realidad.
Artículo publicado en la Revista Comunicación y solidaridad, de la Asociación de Comunicadores Cristianos del Ecuador, ACCE,

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