José
Nelson Mármol
Cuando la casi totalidad de encuestadoras y empresas consultoras de opinión ponían en duda de que el SI en la consulta (sobre si la ciudadanía aprobaba o no la convocatoria a una Asamblea Constituyente) pudiera ganar con claridad en el plebiscito de abril pasado, un taxista capitalino me decía “Acuérdese que el sí va a barrer en la consulta”. No en vano dicen que los taxistas no fallan al tomar el pulso de la opinión ciudadana. Y aunque pudiera aparecer una perogrullada, casi siempre el olfato de los taxistas sobre las cuestiones que interesan a la comunidad ha resultado bien orientado.
Luego, casi en las
vísperas de las elecciones de representantes a la Asamblea Nacional
Constituyente, del pasado 30 de septiembre, otro taxista me comentaba su
seguridad de que “el pueblo va a apoyar a este gobierno que está
gobernando para los pobres”, y claro, aunque el resultado se lo veía
venir, la opinión del taxista no era equivocada.
El gobernante
movimiento Alianza País, al igual que en la consulta popular, arrasó en
los comicios para la Asamblea Nacional, en la que tendrá alrededor de 80
representantes, de los 130 que integrarán la Cámara. Independientemente
de las interpretaciones y análisis que siguen realizando sociólogos y
politólogos, para explicar y justificar el mayoritario apoyo popular a
este gobierno de la Revolución Ciudadana, no se puede soslayar que el
mensaje “ya es de todos”, acuñado como el sello de este régimen, ha
hecho renacer la esperanza de un pueblo que durante décadas ha sufrido
las traiciones y el desgobierno de la vieja partidocracia y de los grupos de poder sociales y económicos.
En una sociedad en
que la exclusión pareciera ser el denominador común en todo cuanto gira a
nuestro rededor, en estos 10 meses del gobierno de la Revolución
Ciudadana ha sido posible constatar que la “patria ya es de todos”. Cuando
en los hospitales públicos ya no se cobra por las consultas externas y
hay más médicos dispuestos a atender a un pueblo pobre; o cuando en las
escuelas tampoco se cobra por matrículas y se entregan gratuitamente los
libros básicos de estudio, amén de que la mayoría de la población
empobrecida sigue beneficiándose se los subsidios al gas, la
electricidad o de los incrementos de los bonos de la solidaridad o el de
la vivienda, entre tantas y tantas ofertas de gobierno cumplidas, decir
también que “la esperanza ya es de todos” no suena a retórica.
La información
confundida con propaganda goebeliana con que algunos periodistas y
medios de comunicación han tratado de infundir el temor de que el país
camina al comunismo o al socialismo del siglo XIX, no ha logrado
amedrentar al pueblo, y por el contrario, el nuevo voto de
confianza entregado al novel movimiento Alianza País, que liderará la
redacción de una nueva Constitución Política del Ecuador, en Montecristi
(la tierra del “Viejo Luchador” y líder de la revolución liberal Don
Eloy Alfaro) solo puede traducirse con ese sentir ciudadano de que la
Esperanza ya es de todos. Cuando recuerdo las palabras del taxista que me
decía que “ya era hora de que un gobierno se acuerde de nosotros los
pobres” me sumo también a ese sentimiento mayoritario de nuestra gente,
porque ello me confirma, una vez más, que la esperanza está viva.
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